6. Orientación, observación y consejos
En la observación a simple vista, es el primer momento del inicio en el conocimiento y práctica observacional. Sentir que toda la esfera celeste se mueve aparentemente. Es necesario decir que quien verdaderamente se mueve es nuestro planeta Tierra y nosotros con él y que gira precisamente de Oeste a Este. Por eso vemos aparecer las estrellas o planetas por el Este y ocultarse por el Oeste, igual que el Sol.
Al ser principiantes y contemplamos la maravilla del Cielo desde lugares con mínima o nula contaminación lumínica que se da en las ciudades y vías de enlace, nos parecerá el firmamento, una incalculable cantidad de estrellas sin aparente orden ni concierto. Sí distinguiremos una franja blanquecina contrastada con el fondo del cielo, llamada la Vía Láctea o el Camino de Santiago muy conocido por este nombre, que partiendo del horizonte sudeste, pasa por encima de mis cabezas y se pierde por el horizonte noroeste. Fenómeno del que hablaremos en los próximos artículos.
Bien, estamos frente al firmamento y es necesario situarnos en posición, es decir, reconocer los cuatro puntos cardinales planetarios. Esta posición, es bien conocida desde temprana edad y hay un hecho que todos los días se repite, como es la salida del Sol por el Este y el ocaso o puesta del astro Rey por el Oeste. Con esta referencia, sabemos a continuación, que en la mitad de estas dos posiciones se encuentra el Sur mirando al frente. Nuestra espalda marcará el Norte. Si además disponemos de una pequeña brújula, aunque sea de juguete, nos orientará a grosso modo, la posición del Norte y el Sur.
Volviendo nuestra mirada al cielo, nunca podremos ver durante todo el año las mismas figuras de estrellas, si observamos siempre desde una misma latitud terrestre (1), fundamentalmente las cercanas al horizonte Sur y las que transitan por encima de nuestras cabezas, excepto las estrellas que giran en la zona del Polo Norte celeste. Estas últimas son vistas a distintas horas de la noche en el transcurso del año, pero las primeras mencionadas (horizonte Sur) sólo se pueden observar en concretas épocas del año. De aquí procede el nombre muy extendido entre los aficionados de las Constelaciones de Primavera, Verano, Otoño y Constelaciones de Invierno.
La mayoría de las estrellas más brillantes tienen nombre. Prácticamente todas fueron señaladas en la época de los Babilonios y Egipcios (4.000 años A.C). Más tarde fueron datadas por los Árabes, como generalmente hoy son conocidas.
6.1 La proyección sobre el cielo
La proyección sobre el cielo de las estrellas más brillantes forman unas figuras -un tanto aleatorias- llamadas Constelaciones y cuyas formas representan lo que su nombre indica (personajes míticos, animales, objetos e instrumentos de medida, etc.). Ocupan un área con fronteras imaginarias, incluyendo en su espacio galaxias y nebulosas, cúmulos de estrellas, hasta el paso de Planetas durante un período de tiempo por ellas.
El espacio que ocupan las Constelaciones, ha variado mucho desde la Antigüedad y los nuevos mapas estelares dan cuenta del hecho. En la actualidad, el número de Constelaciones acotadas y vistas en los dos Hemisferios (norte y sur) es 88, reconocidas por la I.A.U. (Unión Astronómica Internacional), organización mundial que regula y sentencia sobre los conocimientos de la Astronomía.
Hasta este momento, con sólo alzar la mirada nos quedamos hechizados de la grandeza e inmensidad del Cosmos. Pero al mismo tiempo, queremos saber que figuras forman las estrellas, como se llaman, cuando observarlas favorablemente desde nuestro puesto de observación, cuantas estrellas y objetos celestes contienen y que relación hay entre ellos tanto física como de posición. A que distancias están de la Tierra, cual es su brillo y su tamaño, como se mide, etc. Infinidad de preguntas que iremos dando respuesta práctica a todas ellas.
Bueno, se comienza por conocer el nombre de las figuras y las estrellas que lo forman, los nombres de las más importantes y otros objetos celestes que hay en su área. Para ello nos tenemos que dotar de un instrumento sencillo de posición llamado Planisferio. Es relativamente fácil de encontrar en librerías y comercios de venta de instrumentos astronómicos.
Su tamaño varía desde los 20 cm hasta los 35 cm aproximadamente, siendo este último muy práctico por su facilidad de manejo. Consta de dos planos circulares que giran pivotados por un remache en su centro, indicando las posiciones de las Constelaciones cada día durante todos los meses del año. Lleva impresos los puntos celestes Norte, Sur, Este y Oeste, y el dibujo de las Constelaciones y otros objetos contenidos en ellas, sobre un fondo dividido en grados desde el Ecuador celeste hasta el Polo Norte celeste en dos coordenadas llamadas ecuatoriales (A.R.= Ascensión Recta y D. = Declinación). Estas coordenadas sitúan a las estrellas y objetos, puntualmente como referencia sobre la Esfera Celeste.
Este instrumento es parte del aprendizaje y muy importante para localizar a simple vista las estrellas en cualquier momento y hora de la noche. Cuando nos iniciamos en la observación, se puede decir que el Planisferio ha sido y es, la herramienta que han utilizado todos los astrónomos profesionales y que usamos los aficionados. Acompañan al Planisferio instrucciones de cómo usarlo.
Para todos los que se inician en el conocimiento del firmamento es necesario compartir las dudas, y la metodología de cómo recorrer las zonas durante la observación con otros aficionados, por ello recomiendo que contactéis con las asociaciones astronómicas de vuestra localidad o provincia que os orientarán de cómo dar los primeros pasos con seguridad y así integrarse en el progresivo conocimiento de la Astronomía.
6.2 Senderos para encontrar las estrellas principales
Una vez que el novato o debutante sabe distinguir los planetas de las estrellas, el siguiente paso es la localización e identificación de estrellas así como de las constelaciones. No es preciso que vaya reconociendo todas las constelaciones de una vez, sino poco a poco. Para abrirse camino entre las estrellas y constelaciones, hay que elegir como punto de partida cualquier constelación conocida, y gradualmente se irá avanzando de una constelación a otra y de estrella a estrella.
La Osa Mayor, para los habitantes del hemisferio norte, es indudablemente el mejor lugar para empezar, debido a su fácil localización y porque se encuentra situada encima de nuestro horizonte del lugar de observación. Las dos estrellas de la Osa Mayor, Merak y Dubhe, que prolongada, en dirección septentrional o norte, unas cinco veces, la distancia Merak-Dubhe, nos señala la Polar y son los guías más fiables a tener en cuenta a la hora de empezar.
En dirección opuesta señala hacia la constelación de Leo, a una distancia de 35º, con su visible asterismo en forma de «hoz».
Si desde Merak y Dubhe se dirige hacia la Polar y luego se tuerce en ángulo recto hacia la derecha, encontramos a Capella, estrella de 1ª magnitud situada en la constelación de Auriga (Cochero). Desde Capella si dirige hacia la constelación de Gémini y llegar hasta Proción en Can Menor.
Desde la estrella Alioth, de la Osa Mayor, se avanza de nuevo hacia Polaris y siguiendo en línea recta en una distancia igual, pero en sentido opuesto encontremos una figura en forma de W cuando está baja en el horizonte y M cuando está alta, que es Casiopea, formada por cinco estrellas, la bisectriz de cualquiera de los dos ángulos que forma la constelación pasa por la Polar. A lo largo de una línea curva, están las llamadas «cuatro C» (Camelopardalis, Cassiopeia, Cepheus y Cygnus) por orden alfabético. Deneb (constelación del Cisne), Vega (constelación de la Lyra) y Altair (constelación del Águila) forman un triángulo isósceles, denominado Triángulo de verano.
6.3 Observar a partir de Polaris
De nuevo estamos en Polaris, si trazamos una línea hasta b Cas y prolongándolo por el sur hasta Alpheratz (a de Andrómeda) y el borde oriental del Gran Carro de Pegaso. Al sur del rectángulo de Pegaso se encuentra un asterismo, un pequeño círculo, es un delicado anillo de estrellas que señala la cabeza del pez occidental de la constelación de Piscis. Al este de Andrómeda está la constelación de Perseo, hacia el sudeste se encuentran sucesivamente: el Triángulo, Aries y la cabeza de Cetus (la Ballena). Desde g de Andrómeda podemos llegar hasta la vecina constelación de Perseo.
Volvemos de nuevo a Polaris, si prolongamos una línea pasando por las Guardas o Defensas, que son el brillante par de estrellas situadas en el extremo del cuenco de la Osa Menor, hacia el sur nos indicará otro delicado círculo de estrellas que es la conocida constelación de Corona Boreal.
Observar que el cuerpo del Dragón parece retener a la Osa Menor, marcándose bien su cabeza por el asterismo llamado Rombo. Al sur de la cabeza del Dragón está la constelación de Hércules.
Desde las Guardas de la Osa Menor trazamos una línea que pase por h de Draco (Dragón) prolongándola unas ocho veces nos encontraremos con la constelación de Hércules. Desde b de Hércules pasando por a de Serpent Caput podemos dirigirnos hacia la constelación de Libra.
Desde d de Ofiuco hacia el oeste nos encontramos a la constelación de la Cabeza de la Serpiente (Serpens Caput).
Sagitario, está situado al sur de Águila. Inmediatamente al sur de Ofiuco está Scorpio, con su brillante estrella roja Antares y el agudo aguijón debajo del pie derecho de este gigante. Al oeste de Scorpio está Libra, a la cual designaban los antiguos con el nombre de Garras del Escorpión.
Volviendo a la Osa Mayor, siguiendo la curva de la vara del Gran Carro en dirección opuesta a lo largo de unos 30º (la amplitud de tres puños, pulgar incluido) llegaremos hasta la estrella Arcturus (Arturo), Arcturus es la estrella más brillante de la constelación de Boyero, y continuando esta línea otros 30º tropezamos con Spica, perteneciente a la constelación de Virgo. Denébola (b de Leo), Spica y Arturo forman un triángulo isósceles.
6.4 El cinturón de Orión
Otro asterismo que atrae la atención del observador cuando contempla el firmamento invernal es una agrupación de tres estrellas en línea recta. Estas estrellas constituyen el cinturón de Orión.
Unos 10º al norte del cinturón de Orión tenemos a la estrella rojiza brillante Betelgeuse, y casi 10º al sur del mismo cinturón se percibe la estrella azulada Rigel. Si se sigue a la línea marcada por el cinturón de Orión hacia el este (o hacia la izquierda cuando el observador está orientado hacia el sur) se hallará la estrella blanco azulada Sirius, la más brillante del firmamento.
Hacia el oeste del cinturón de Orión hallaremos a la brillante estrella roja Aldebarán de la constelación de Taurus, y un poco más hacia el oeste llegaremos hasta el cúmulo abierto M45 o las Pléyades.
Procyon, Sirius (Sirio) y Betelgeuse forman un triángulo, pero el denominado Hexágono de invierno lo forman las siguientes estrellas: Procyon, Pólux, Castor, Capella, Aldebarán, Rigel y Sirio.
6.5 El catálogo Messier
Un gran cazador de cometas fue el astrónomo francés del siglo XVIII Charles Messier, quien, en 1784, realizó un catálogo de objetos difusos para evitar confundirlos con los cometas. Messier descubrió 21 cometas, posteriormente ingresó en la Academia Real de Ciencias de París y se convirtió en el astrónomo más célebre de Francia. Luis XV le concedió el título de «el hurón de los cometas». Pero con la llegada de la Revolución su vida no fue gloriosa, la Academia cerró y se quedó sin trabajo ni sueldo y en 1793 huyó de París. En 1802 recibió la visita de Herschel. Murió en 1817, a los 87 años.
Inicialmente este catálogo de 103 objetos celestes contenía 32 galaxias, 28 cúmulos globulares, 27 cúmulos abiertos, 5 nebulosas de emisión, 1 nebulosa de reflexión, 4 nebulosas planetarias y 1 objeto que es el resto de una supernova (M1 ó Nebulosa del Cangrejo). Posteriormente se añadieron otros objetos celestes, desde M 104 hasta M110 por otros autores después de la muerte de Charles Messier.
Siendo el primer catálogo de objetos no estelares, naturalmente el de Messier es una selección de aquellos que son más fácilmente observables.
Una vez al año, por el 21 de marzo, son visibles 109 de los 110 objetos del catálogo Messier en una misma noche; el ausente es el cúmulo globular M30 en la constelación de Capricornio; es el único sumergido por la luz del Sol.
Los números de Messier vienen precedido por M, en honor a su descubridor.
6.6 Otros catálogos y atlas
Entre los catálogos no estelares destaca el «New General Catalogue of Nebulae and Clusters of Stars» (NGC), realizado por J.L.E. Dreyer y que data desde 1888 y se completó en 1895 y 1908 por el Index Catalogue (I.C.) y el Second Index Catalogue. Las tres publicaciones cuentan con 7.840, 1.529 y 5.386 objetos no estelares respectivamente.
Web Society Deep-Sky Observer’s Handbook es un catálogo publicado en cinco volúmenes:
- Volumen 1: Estrellas dobles.
- Volumen 2: Nebulosas planetarias y gaseosas.
- Volumen 3: Cúmulos globulares y abiertos.
- Volumen 4: Galaxias.
- Volumen 5: Cúmulos de galaxias.
Cada uno comprende una descripción del objeto concerniente, con unas recomendaciones para la observación, es un catálogo tan rico que acompaña dibujos realizados en observaciones telescópicas.
Entre los albúmenes fotográficos destacan:
- The Cambridge Deep-Sky Album, con 126 fotografías a color realizadas por Jack Newton.
- Altas of Deep-Sky Splendor que muestran más de 400 cúmulos, nebulosas y galaxias realizadas por el astrónomo aficionado Hans Vehrenberg.
- The Hubble Atlas of galaxies que reune 208 fotografías de galaxias tomadas por el Hubble con los telescopios de 1,5 y 2,5 m de Mont Wilson.
6.7 Los atlas gráficos
Entre los diferentes atlas gráficos encontramos los siguientes:
- Altas fotométrique des Constellations, de Antoine Brun. Consta de 55 cartas, cubre el cielo desde la declinación +90º hasta -30º, con una escala de 6’/mm, este atlas tiene una magnitud estelar de 7,5 mientras que para cúmulos, nebulosas y galaxias llega hasta la 12.
Se realizó en coordenadas 1900.0 y la difundió la Association Française des Observateurs d’Etoiles Variables (A.F.O.E.V.). - Altas de la American Association of Variable Star Observers (A.A.V.S.O.). Dibujado con coordenadas 1950.0 cubre la totalidad del cielo hasta la magnitud 9,5 con 178 cartas, la escala es de 4’/mm.
- Sky Atlas 2000.0, de Wil Tirion. Primer atlas en 26 cartas en una escala aproximada de 8’/mm. La magnitud estelar es de 8, con un total de 43.000 estrellas y 2.500 objetos celestes. Este atlas es el mejor de todos, que está mucho más detallado, y que se ha convertido en el mapa de carreteras del cielo más utilizado entre los astrónomos aficionados.
- Atlas Uranometría 2000.0, de WilTirion, Barry N. Rappaport y George Lovi, publicado en dos tomos (hemisferio norte y sur respectivamente) con 259 cartas cada uno, contiene más de 30.000 estrellas hasta la magnitud 9’5 y 10.000 objetos no estelares; la escala es 1º = 18 mm.
- Atlas Boréalis (+90º/+30º), Eclipticalis (+30º/-30º), Australis (-30º/-90º), diseñado por Antonin Becvar, cubren la totalidad del cielo con 80 cartas hasta la magnitud estelar 9. Los objetos no estelares son coloreados según sus colores reales. En coordenadas 1950.0 con una escala de 3’/mm, estos atlas interesan a los astrónomos interesados en estrellas y asteroides.
- Atlas Falkauer, de Hans Vehrenberg. Cubre todo el cielo, hemisferio norte con 303 cartas y el sur con 161. Las cartas son cuadradas, de 18×18 cm, y una escala de 4’/mm. Magnitud límite 13, sus coordenadas están referidas para el equinoccio 1950.
- Atlas Stellarum, de Hans Vehrenberg. Las cartas son de 33×33 cm con una escala de 2’/mm. El hemisferio norte cuenta con 315 cartas y el sur con 171. Magnitud límite estelar 14,5.
- Norton’s Star Atlas (Sky Publishing Corporation, EEUU) es de utilidad intermedia pero es un gran libro clásico de la literatura anglosajona.
- Burham’s Celestial Hankbook. Esta obra no consta de cartas pero describe los principales objetos que interesan a los astrónomos aficionados como estrellas brillantes, estrellas dobles, estrellas variables, NGC, etc…) de una constelación a otra. El «Burham» es un impresionante libro de referencia con 2.000 páginas, en tres volúmenes.
Otros catálogos y atlas son los siguientes:
6.8 Uso de un planisferio
Uno de los principales problemas de los observadores noveles del cielo nocturno es el aprender la posición de las estrellas que se pueden observar en la bóveda celeste.
Un planisferio es la representación de la esfera celeste en una superficie plana. Su origen es muy antiguo. Su uso de basa en la falsa creencia de que aparentemente la Tierra está en el centro del Universo, y es la bóveda celeste el que gira alrededor nuestro.
El cielo nocturno sobre nuestras cabezas tiene la forma de una enorme cúpula, sobre la cual, segundo a segundo y de este a oeste, parece que se van moviendo las estrellas. El objetivo final del planisferio será el de indicarnos, a todas las horas del día y todos los días del año, qué objetos celestes son lo que se podrían ver en el cielo y cuáles están ocultos ante nuestra vista.
El planisferio en sí es la lámina inferior, y contiene dibujadas en su superficie todas las estrellas visibles a lo largo del año. El límite del círculo suele coincidir con el ecuador celeste pero es más habitual con estrellas situadas algunos grados más hacia el sur.
El planisferio se centra en la estrella Polar.
Partes del planisferio.-
I) Una externa, donde se halla toda una serie de círculos concéntricos que nos facilitan la información necesaria. Esta se divide, de fuera hacia el interior, en:
En la parte más externa están marcadas las constelaciones zodiacales, en sentido contrario a las agujas del reloj.
Un círculo interior a éste último divide el cielo del planisferio en 360º (el campo perteneciente a cada signo zodiacal es de 30º). Dibujados en el sentido de las agujas del reloj.
El siguiente círculo está dividido en 24 horas, dibujados en el sentido de las agujas del reloj.
Los dos siguientes círculos se corresponden, el primero, con los meses del año mientras que el segundo a los días de cada mes, también en el sentido de las agujas del reloj. Los meses están separados entre sí en franjas de 30º y están colocados de la forma que el 21 de marzo coincida con el Punto Aries.
II) Una parte central (dentro del círculo de los días) donde figuran las estrellas.
Los paralelos nos indican la declinación de las estrellas (el ecuador celeste está marcado en 0º), y los meridianos nos indican la ascensión recta de los cuerpos celestes. El Planisferio se basa en el sistema ecuatorial.
La lámina superior sirve para determinar qué estrellas se pueden ver en un momento dado desde la latitud geográfica del observador. Una parte de la lámina es opaca, mientras que las estrellas visibles la vemos dentro de un marco con forma de elipse, si se hace girar la lámina superior sobre la inferior, se puede fijar el día del año del mes correspondiente, además de la hora para observar que estrellas veremos en ese instante. En los bordes de la lámina superior se indican las horas del día (en sentido contrario a las agujas del reloj); dichas horas se han de corresponder con el tiempo universal. Para nosotros, los habitantes de la Península, debemos sumar 1 hora en invierno y 2 horas en veranos para conocer la hora civil (reloj de pulsera). En la misma lámina están señalizadas los puntos cardinales, el Sur coincide con las 12 horas. Podemos observar una línea recta que va desde el Norte al Sur, es la meridiana del lugar, y en el centro de dicha línea vemos una cruz, es el cenit (el punto del cielo que está situado por encima de la cabeza de un observador).
El Sol, la Luna, los planetas, asteroides y los cometas no se indican en los planisferios ya que sus movimientos, independientes, no se corresponden con el movimiento común de las estrellas.
6.9 Cómo utilizar las cartas celestes
Para localizar los cuerpos celestes en el cielo es indispensable disponer de buenas cartas celestes. Las posiciones señaladas para cúmulos estelares y globulares, nebulosas y galaxias en relación a las estrellas de las constelaciones son fáciles de localizar, una vez que nos resulten familiares.
Pero localizar astros del Sistema Solar (planetas, asteroides, cometas, etc.) es un problema diferente, ya que dichos objetos están más cercanos a nosotros y se desplazan continuamente con respecto al fondo estelar.
Un elemento muy importante en el equipo astronómico es un buen atlas estelar. Un astrónomo aficionado no s verticales del mapa representan la ascensión recta (a), es decir, la distancia en horas, minutos y segundos de tiempo, contadas hacia el este a partir del Punto Aries o Vernal (g). Las líneas horizontales representan a la declinación (d), es la distancia en grados por encima o por debajo del ecuador celeste.
En las cartas estelares se suele indicar su escala en grados ó minutos por milímetros. Actualmente las coordenadas de los catálogos, atlas, mapas y cartas de estrellas están indicadas para el equinoccio 2000.0.
Cuando se sale a observar al campo ó en sesiones hay que proveerse de cartas y mapas haciendo uso de una linterna roja para poder consultar las mismas.
Una vez que el aficionado conoce las constelaciones, las estrellas más importante, sabe localizar los planetas y ciertos objetos celestes puede adquirir programas informáticos que nos muestran el firmamento visible para una determinada fecha, hora incluida. En el mercado hay software bastante buenos, indicaré algunos de ellos:
- The Earth Centered Universe (ECU) V3.0A
- The Sky
- Deep Space
- Dance of the Planets versión 2.71
- SkyMap Pro versión 6
- Guide Project Pluto 7
De todos ellos, Dance of the Planets y SkyMap Pro son muy buenos para mi gusto personal.
Si el astrónomo aficionado, después de muchos años de aprendizaje, llega a estudiar fotometría o astrometría, entonces necesitará disponer de cartas estelares más precisas que le sirvan de referencia, están disponibles en CDs tales como USNO, ATC, AC 2000, Tycho-2, etc… son catálogos de referencias con una ingente cantidad de estrellas, por ejemplo «The Tycho-2 Catalogue» contiene 2’5 millones de estrellas, «The AC 2000» contiene las posiciones de 4.621.836 estrellas, etc…
6.10 Cómo preparar una observación
La observación de los astros requiere aprendizaje. Mirar a través de un telescopio no significa saber detectar la información proporcionada por el instrumento. La mayoría de las imágenes visuales de los astros son débiles, pequeñas, poco contrastadas, hasta el punto que llegan a decepcionar al debutante. También fomentan esta decepción las extraordinarias imágenes fotográficas de las revistas astronómicas, frutos de la ampliación de la imagen a través de una ampliadora y no a través de un telescopio.
El principiante deberá dedicar mucho tiempo con los astros brillantes, como estrellas, constelaciones y planetas, porque le será fácil de localizarlos así como porque ofrecen menores dificultades. La Luna es un astro para el aprendizaje y los momentos más idóneos son los días más cercanos a los cuartos (en Luna Llena los accidentes orográficos no presentan contraste debido a la iluminación lunar). El debutante deberá dejar las galaxias y nebulosas para más adelante.
Requisitos para la observación.- Para avanzar en la observación astronómica hay que hacerlo de la manera más cómoda, no lo olvidemos. El aficionado a la astronomía debe situarse ante su telescopio estando perfectamente equipado y dispuesto a pasar un buen rato tranquilo. La astronomía observacional es una actividad paciente y relajante, aquí no valen las prisas ni se improvisa.
Para observar con un instrumento astronómico como es el telescopio no ha de faltar una silla o un pequeño taburete regulable, ya que en ciertas direcciones una observación prolongada puede resultar cansada, se ha de permanecer lo más cómodamente posible evitando las posturas incómodas, e ir bien abrigado, ya que la inmovilidad durante bastante rato acentúa la sensación de frío. El termo siempre será bien recibido.
Conviene tener papeles para efectuar anotaciones, lápiz para dibujar, goma, bolígrafo y una linterna que se pueda sostener por sí sola. La linterna ha de proporcionar una luz mínima para no deslumbrarnos, su luminosidad ha de ser verde o roja, tanto para anotar, dibujar, consultar los atlas o cartas estelares, así como para leer los círculos graduados del telescopio. El motivo de la luz roja es que si nuestros ojos están ya adaptados a la oscuridad y si de repente hay una luz amarilla fuerte y la miramos, la misma ciega temporalmente los ojos y los insensibiliza a los objetos celestes de luz débil como las nebulosas y galaxias, requiriendo otra previa adaptación a la oscuridad, nunca de inmediato, cuya duración puede variar entre diez y veinte minutos, hasta que las pupilas de nuestros ojos se han abierto al máximo y son de nuevo sensibles a la luz de las estrellas y demás objetos celestes.
6.11 Más consejos
Tampoco el ojo es capaz de distinguir de inmediato formas de poco contraste, aunque sean luminosas, por ejemplo, las nubes de Júpiter, asequibles con cualquier telescopio mediano nunca son percibidas inmediatamente después de poner el ojo en el ocular. El debutante que observa por primera vez Júpiter, no verá por ejemplo, las nubes con claridad, debe transcurrir mucho tiempo antes de que progresivamente vaya advirtiendo detalles cada vez más tenues. Un excelente método para acelerar este proceso consiste en dibujar todo cuanto se vaya viendo en la imagen, con paciencia y empleando todo el tiempo necesario para apurar las posibilidades de percepción que nos ofrecen nuestros ojos. Así es como se va educando al ojo ante las formas poco contrastadas. Ve más y mejor los detalles el ojo del astrónomo con muchos años de observación y dedicación a base de dibujos que otro que nunca ha educado sus ojos de esta manera.
Otros materiales.- Entre el material que rodea a un telescopio deben figurar cartas celestes, mapas y la documentación precisa para el programa establecido con anterioridad.
El observador debe procurar no tener que ir a buscar objetos olvidados porque afectaría a la adaptación de sus ojos a la oscuridad.
El peor emplazamiento para observar los astros es una ventana abierta, debido a la turbulencia que provoca el intercambio de aire entre el interior y el exterior. Tampoco son ideales los balcones, terrazas, paredes cercanas, tejado propio o del vecindario, fachadas, por la turbulencia que origina el calentamiento del suelo durante el día. El lugar ideal es aquel provisto de hierba de un jardín, ya que la hierba no provoca calentamiento ni turbulencia.
La contaminación lumínica de las ciudades con su contaminación industrial y el resplandor urbano impiden la visión de la bóveda estrellada. En plena ciudad, donde pocas veces se ven más de 200 estrellas al mismo tiempo, se descubre un firmamento simplificado en el que sólo los astros más brillantes pueden observarse. Pese a todo, incluso en una gran ciudad se pueden observar algunos objetos celestes, pero el cielo profundo (nebulosas, galaxias) resulta inaccesible. Hay que alejarse mucho de la ciudad, unos 30 kilómetros, en busca de un lugar libre de luces parásitas para que la bóveda estrellada vuelva a ofrecernos sus tesoros y belleza, por ejemplo en el campo o en un lugar montañoso. Se descubrirá a simple vista infinidad de estrellas poco brillantes que eran invisibles en la ciudad.
Al observar objetos débiles y difusos como los cometas, nebulosas y galaxias cerca del límite de detección del telescopio, puede ocurrir que ya estén dentro del campo del ocular y sin embargo no lo veamos. Hay un truco para estos casos, es imprimir suaves movimientos de vaivén al telescopio mediante cualquiera de los dos mandos lentos acoplados a la montura ecuatorial, con lo cual la imagen oscilará y el objeto débil se percibirá mejor.
Se puede hacer el mismo truco con una estrella débil de baja luminosidad. Igualmente sirve en Heliofísica, en la observación de los pequeños poros de manchas y fáculas del Sol. Si se observa por proyección y la pantalla de cartulina está sujeta al telescopio, un ligero movimiento en la pantalla de cartulina permitirá detectar los minúsculos detalles que pasarían desapercibidos con la pantalla de cartulina fija y no imprimiéramos suaves golpes al tubo del telescopio.
El más modesto de los anteojos (refractores) astronómicos de aficionados permite contemplar la superficie del astro del día y estudiar sus estructuras tales como las manchas solares. ¡Pero atención! La observación directa del Sol presenta unos peligros, alteraciones definitivas en la retina por quemadura, de las cuales conviene ser perfectamente consciente; antes de observar con cualquier instrumento óptico tomar las precauciones elementales para evitar todo riesgo ocular. La primera de las precauciones es no poner el ojo en el ocular sin asegurarse de que se ha puesto unos filtros especiales. Desconfiar de los filtros solares que se suministran con la mayor parte de los instrumentos, y se venden en los comercios. Algunos filtros dejan pasar una parte de los rayos infrarrojos, rayos que el ojo no ve, pero que puede provocar quemaduras en la retina.
Para localizar el Sol con el telescopio, incluso la Luna (no se debe mirar ni por el ocular ni por el buscador debido a su poder calorífico, como ya sabemos) existe un método muy simple. Se trata de apuntar el tubo al Sol vigilando la sombra que proyecta en el suelo, cuando la sombra deja de ser alargada la imagen ya está en el ocular. Tener cuidado con el buscador y taparlo con seguridad para no producir quemaduras en el cuello, ojo, cara, etc.
Puede ocurrir que la fuerte luminosidad de un astro nos impida ver otros cuerpos más débiles que se hallen próximos a él. Es el caso de las estrellas que son ocultadas por la Luna, de los satélites de Júpiter o de algunas estrellas dobles, siendo la estrella principal muy luminosa e impidiéndonos la visión telescópica de su débil compañera. En estos casos, se advierten dichos cuerpos si desplazamos por ejemplo la Luna fuera del campo del ocular, manteniendo su borde tangente al campo e ir paseando el campo del ocular por todo el contorno lunar.
Es recomendable que se utilicen oculares de muy poca potencia (bajos aumentos) para buscar los astros y cambiarlos cuando dichos astros ya estén en centro del campo del telescopio. Los observadores miopes pueden observar a través del ocular prescindiendo de sus gafas, pero corrigiendo previamente el enfoque del ocular. Los observadores astigmáticos deberán observar siempre con sus gafas.
También es recomendable que el observador observe los astros en el ocular con los dos ojos abiertos para evitar la fatiga ocular e ir alternando ambos ojos en la observación.
No todas las noches son adecuadas para la observación del firmamento. Conviene echar un vistazo al calendario antes de preparar una observación. Los peores enemigos para el observador es la luz lunar y el viento.
Hay que descartar los días que preceden y siguen a la Luna llena ya que ocultan las estrellas poco luminosas e impide la identificación de las constelaciones. Las noches más favorables son aquellas que preceden y siguen a la Luna nueva. Para las observaciones planetarias este calendario no tiene tanta importancia ya que la luz lunar no afecta para nada la observación. Cuando los discos planetarios aparecen con notable claridad, revelando detalles, se dice que hay «buena visibilidad»; ocurre cuando las capas altas de la atmósfera están en calma, pero cuando hay turbulencia, la mala visibilidad los discos planetarios «bullen», y a veces se ven bien.
6.12 Cómo preparar la observación - Ordenar y planificar
Ordenar y planificar las observaciones con los medios disponibles, rinde los frutos esperados, salvo excepciones. En la actualidad se realizan muchas observaciones del Cielo, pero si exceptuamos las contemplativas, del resto se obtienen porcentajes elevados de calidad observacional.
Muchas veces durante nuestra vida, los aficionados a la Astronomía nos asomamos a ella de dos formas. Una, saltando de astro en astro, de constelación en constelación, vagando sin rumbo y disfrutando de la belleza que nos brinda el Firmamento. Otra, cuando buscamos en la observación, objetivos concretos a estudiar. Por ejemplo, el estudio y evolución del sistema planetario, el estudio de las curvas de luz de las estrellas variables, la medición de los sistemas dobles estelares, las observaciones diarias en la evolución de las manchas solares, la fotografía y la observación lunar, el reconocimiento de los cúmulos estelares, etc.
La realización de estos trabajos no se pueden improvisar, si queremos resultados. Muchas observaciones fracasan por no planificarlas. Esto no quiere decir que, cuando se realizan observaciones serias y planificadas, el aficionado no disfruta. Todo lo contrario, el aficionado siente que realiza algo importante, puesto que, verifica datos ya realizados y los confirma, otras aporta nuevos parámetros que sirven de apoyo como referencia a los observatorios profesionales.
Sin profundizar en los detalles, expongo la dinámica que se utiliza en las observaciones. No busco implantar unas reglas patrones, porque cada aficionado avanzado basado en su propia instrumentación, utiliza las propias como resultado de la experiencia. Pero si repasaremos unas reglas generales elásticas, que ayuden a superar dificultades y cometer los mínimos errores.
De aquí se deduce una regla básica en toda observación. El estudio de cualquier objeto celeste, nos obliga a reunir previamente toda la información que esté a nuestro alcance, sobre él. Es decir, su situación en el Firmamento en la hora y día de su observación, características físicas, su hora exacta del paso por nuestro meridiano local, instrumento con el que se puede observar y verificación del funcionamiento correcto del mismo.
La situación del astro en el Firmamento, hace referencia a las coordenadas ecuatoriales en las que se encuentra, dando su posición exacta en la esfera celeste. Estas aparecen con dos reseñas: A.R (ascensión recta) y D (declinación). A.R viene expresada en horas, minutos y segundos y D se expresa en grados, minutos y segundos.
Utilizando el Planisferio Celeste del que hemos hablado en anteriores capítulos, podemos buscar el astro con estos dos datos: primero, posicionando el mes el día y la hora en que se observa. Segundo, buscando en los paralelos al ecuador celeste la A.R (horas, minutos, etc.) y en los meridianos la D (grados, minutos, etc.).
6.13 Preparación de la observación - Características físicas
Las características físicas del objeto a observar, son aquellas que nos hablan de su magnitud, tipo de astro, su tamaño aparente en el firmamento y otros datos específicos. Estos datos vienen publicados en las Efemérides de infinidad de Observatorios profesionales que se publican anualmente, también aparecen en revistas especializadas de Astronomía y en las publicaciones de las Asociaciones astronómicas. En muchas de las WWW de Astronomía y Astrofísica instaladas en la Red, suministran información sobre cualquier objeto celeste.
El paso por el meridiano local. Allí donde se sitúe el observador, existe, aunque no esté dibujado en ningún mapa celeste, un meridiano, que partiendo del Polo Norte o del Polo Sur, pasa, por encima de nuestras cabezas y corta el horizonte. A esta línea imaginaria se le llama meridiano local del observador.
Los astros salen por el Este y según avanzan, ascienden, alcanzando su máxima altura al cortar ésta línea imaginaria y comienzan a descender, hasta ocultarse por el Oeste. De modo que, en su máxima altura sobre el horizonte es cuando las condiciones de observación son las mejores, por dos aspectos fundamentales: uno por comodidad en la visualización y dos porque hay más posibilidades de estabilidad térmica de las capas atmosféricas, que posibilitarán observar los objetos con bajas turbulencias y por tanto, mejor estabilidad en las imágenes.
Es conveniente comenzar las observaciones antes de que culminen su paso los objetos por el meridiano local, para así aprovechar las mejores horas de la noche y evitar perseguir al objeto cuando comienza a descender hacia su puesta.
El cuaderno de campo. Esta herramienta es imprescindible, además de todos los informes que hacen referencia de los objetos a observar. No se tiene mucha costumbre en la mayoría de aficionados de anotar en un cuaderno de campo todo lo que se ve y las incidencias de una jornada de observación, aunque cada vez se tiene más en cuenta.
Si observamos detalles planetarios, características lunares, distribución de las estrellas comprendidas en los cúmulos estelares, dibujo de las manchas solares y anotación del nº de Wolf, etc., nos exige la estricta anotación y dibujo de los datos observados. De hecho, las Asociaciones astronómicas, disponen de Reportes (hojas gráficas específicas para la anotación del estudio planetario, heliofísico y de Cielo profundo), en las cuales el observador data y verifica los resultados de las observaciones realizadas. De esta forma el aficionado dispone de una base de datos que le permite el seguimiento y estadística evolutiva particular.
6.14 La instrumentación
Los prismáticos de 7 x 50, 10 x 50 y 11 x 80, son idóneos para obtener detalles lunares, sobre todo en cuartos (creciente y menguante), así como los cometas brillantes y cúmulos estelares abiertos del tipo de las Pleyades, Hiades y cúmulos de la Vía Láctea.
El método de anotación y dibujo afianza al aficionado en:
- Asegurarse de lo que está visualizando.
- Retener en la memoria las estructuras estelares y lunares.
- Disponer de un archivo de consulta.
Se debe utilizar siempre una luz roja a la hora de anotar y leer información durante el transcurso de la observación para evitar que nuestros ojos pierdan sensibilidad y perder tiempo hasta nueva adaptación visual si se utiliza luz blanca.
El registro fotográfico sin seguimiento. Mucho se ha escrito sobre este tema. Trataré de no repetirlo pero si tocar pequeñas nociones para abrir el camino a los iniciados.
Lo mismo que los prismáticos, la cámara fotográfica debe estar bien apoyada y sujeta al trípode. La mínima variación de altura, deslizamiento lateral y pequeñas vibraciones, echará por tierra las tomas realizadas.
Las cámaras fotográficas llamadas reflex, son las más adecuadas para el registro fotográfico en la Astronomía, puesto que el campo observado se realiza a través del propio objetivo que en definitiva es lo que la cámara va a registrar. También permiten utilizar un cable disparador, evitando con ello vibraciones transmitidas al accionar el botón de disparo. Las del tipo manual y semiautomáticas disponen de una gama de tiempos de exposición, selector de las distintas sensibilidades de películas y control variado de diafragma permitiendo al operador seleccionar las tomas y un mecanismo importante, como es la posición de disparo llamada B, que permite realizar exposiciones de tiempo, tanto como se desee.
Estas cámaras están dotadas en su base de un agujero roscado ( ¼» Whitworth) universal, que coincide su rosca con el tornillo incorporado en el cabezal del trípode. Debemos asegurar la fijación perfecta del acoplamiento trípode-cámara.
Las películas fotográficas de uso corriente para este tipo de registros son las de media y alta sensibilidad,(400 a 3200 Iso), tanto si se utilizan en blanco y negro como para papel color o diapositivas. Los objetivos más usados van desde el de 50 mm(el que se adquiere al comprar la cámara), hasta el 200 mm de focal.
Teniendo en cuenta que realizamos fotografía sin contrarrestar la rotación de la Tierra (sin seguimiento motorizado y tampoco manual), existe un límite de tiempo de exposición, que varía en función del objetivo utilizado y de la altura sobre el horizonte en que se encuentra la región o el objeto a fotografiar.
Con un objetivo de 50 mm. y para registrar desde el Zenit (el punto encima de nuestra cabeza), hasta la región del Polo Norte Celeste (estrella Polar), el tiempo de exposición esta comprendido entre los 27 y 20 segundos. Si queremos registrar la zona comprendida desde el Zenit hasta el horizonte, el tiempo de exposición es menor de 20 segundos. Utilizando un objetivo de 200 mm., obliga a reducir el tiempo de exposición entre 6 y 4 segundos.
Hay muchos aficionados que usan la apertura total de los objetivos, es decir el diafragma de la cámara totalmente abierto. Este sistema permite recoger más luz de las estrellas, pero también, entra en registro los defectos residuales de las ópticas de los objetivos más corrientes. En los extremos del campo que recogen los objetivos, no son planos y el cromatismo aparece con más intensidad. Las estrellas dejan rastros, no siendo puntuales, se producen reflejos internos en los objetivos y los colores no son reales.
A mi entender no se debe fotografiar el Cielo con apertura total, sino cerrar varios pasos el diafragma de la cámara, para evitar los errores antes mencionados. Mayores tiempos de exposición que los arriba indicados suponen la aparición en el registro fotográfico de trazas estelares, las estrellas no se registran como puntos sino como rayitas contínuas.
La fotografía astronómica es una sesión de observación y como tal hay que anotarla. Se registra el día y la hora en T.U (tiempo universal). Se debe anotar el lugar desde donde se realiza y sus coordenadas geográficas (latitud y longitud). Hay que registrar en el parte de observación fotográfico el objetivo utilizado, tiempo de exposición, diafragma utilizado, marca y tipo de película (Iso) utilizada. Conviene anotar la altitud del lugar de observación y las incidencias atmosféricas.
Todos estos datos ayudan a seleccionar las mejores imágenes y son básicos para determinar la posición de los objetos registrados. Lo mismo ocurre con el tipo de película utilizada, puesto que, conoceremos la respuesta que da en las condiciones en que se han realizado las tomas. Se han perdido grandes trabajos de fotografía, por no disponer de los datos específicos, por no haber sido registrados.
Se puede profundizar en estas técnicas de registro fotográfico, hasta tal punto que, daría pie, a componer un libro. En las librerías especializadas, hay muchos textos sobre el tratado de la Astrofotografía, repetir lo que en ellos se dice sobrepasaría el respeto de los autores. Además entiendo que, el aficionado se hace con la experiencia y rodaje. De enorme utilidad es la consulta en las Asociaciones de Astronomía a los socios más experimentados en este campo. Mi deseo con esta 3ª entrega es que sirva de base, despierte vuestra pericia y habilidad y os evite cometer los mínimos errores al comienzo del placer que supone registrar aquello que estamos observando.
Como veis, los prismáticos, el aparato óptico quizás más barato y al alcance de los aficionados, tiene su campo de aplicación, y seguirá siendo la herramienta de «pecho», como yo la llamo, para disfrutar con las maravillas del Firmamento. La cámara fotográfica es el «apoyo y guarda» de nuestros ojos. Anotar lo que se fotografía, donde, como y cuando, plasmará ese viaje por las estrellas, sin salir del planeta madre, la Tierra.
6.15 Prismáticos y su utilización
¿ Qué instrumento permite consolidar aún más, la observación a simple vista y obtener mayor conocimiento de los astros?
La herramienta que sirve de apoyo y de búsqueda rápida, incluso observando con telescopio son los Binoculares, vulgarmente llamados Prismáticos. Conociendo su construcción entenderemos sus características y sus límites, pero sin duda, nos abre el camino para conocer posteriormente la construcción y el manejo del verdadero instrumento de la observación astronómica, el Telescopio. Comencemos.
La figura 1 representa de forma esquemática la configuración de todos los elementos ópticos mínimos que se utilizan en su construcción. El cuerpo A, llamado objetivo principal, está compuesto por dos lentes que forman el Sistema Refractor Acromático. La lente 1, llamada biconvexa produce aberraciones cromáticas que hay que corregir (aunque no se extingan totalmente). Se consigue colocando detrás de la 1ª lente una 2ª bien estudiada llamada lente divergente, para que esta desvíe contrariamente la luz de la 1ª y así conseguir que los haces de luz pertenecientes a las longitudes de onda de dos o tres colores fundamentales, incidan en un mismo punto del Plano Focal (ver figura 2).
La luz que recoge el objetivo pasa al primero de los prismas de reflexión total, reflejando en sus paredes internas la imagen y conduciéndola al segundo prisma de construcción idéntica al 1º. La función de estos dos prismas, es la de enderezar la imagen, es decir, ver la imagen tal como la vemos a simple vista. La luz es reflejada en el 2º prisma y va directamente al ocular, que es el accesorio que da los aumentos indicados por el fabricante. El ocular está compuesto de dos o más conjuntos de lentes. A mayor número de conjuntos de lentes, implica mejor calidad de imagen. Según su construcción el campo observado es más plano y con menos aberraciones ópticas residuales y por supuesto, encarece el precio del Prismático.
Sobre este accesorio (el ocular), hablaremos en próximos artículos, puesto que es, uno de los elementos más importante de los telescopios astronómicos. En los Prismáticos estos oculares no se pueden intercambiar como en los telescopios, es decir, están fijos en el chasis del cuerpo del instrumento.
Un buen objetivo además de su cuidadosa construcción es aquel, cuyas lentes han sido tratadas con una película o recubrimiento antirreflectante que proporciona imágenes contrastadas, eliminando reflexiones internas de las lentes. Visto el objetivo de frente, con este recubrimiento aparecen las lentes de un color violáceo o anaranjado. Actualmente con el avance producido en las técnicas de construcción óptica, han mejorado mucho la calidad de las lentes. Pero hay que rechazar el Binocular de ocasión, porque hay «gato encerrado», sobre todo en el objetivo y ocular. Es preciso consultar a los expertos de las Asociaciones Astronómicas si se tienen dudas, en la adquisición de dicho instrumento.
Características
Los binoculares son definidos por dos cifras anotadas normalmente en el cuerpo del instrumento, de la siguiente forma: 7×50 , 10×50 , 11×80, etc. Presento estos tres ejemplos porque son los más utilizados por los aficionados a la Astronomía. Existen en el mercado otros intermedios para la utilización terrestre y otros superiores para la observación astronómica pero de un coste muy elevado.
La 1ª cifra indica los aumentos que da el prismático (7, 10, 11, etc.) y la 2ª cifra (50, 80, etc.) es el diámetro en mm. de los objetivos.
A mayor diámetro del objetivo, más luminosos serán los prismáticos. A mayores aumentos e igual diámetro del objetivo, menos luminosos serán los instrumentos.
A mayores aumentos e igual diámetro de los objetivos, la llamada «pupila de salida», será más pequeña. Este concepto tiene mucha importancia puesto que el diámetro que presente la «pupila de salida», define el campo observado, es decir, el ángulo que forma el campo observado será mayor o menor. A menores aumentos e igual diámetro del objetivo, más campo se abarca y mayor es la luminosidad que recoge el instrumento. La luminosidad de todo instrumento en la observación astronómica es de vital importancia.
Es necesario que el prismático esté equilibrado ópticamente, es decir, que su objetivo disponga de un diámetro requerido y se corresponda con los aumentos que da el ocular, para que el campo resultante sea lo suficiente luminoso y resuelva los objetos con puntualidad, con nitidez.
Dividiendo el diámetro del objetivo entre los aumentos, nos dá el diámetro de la pupila de salida, del instrumento.
La pupila del ojo humano en la observación nocturna se dilata al máximo, como unos 7 mm. aproximadamente, haciéndose menor con el paso de los años. Conviene por ello, que las pupilas de salida de los prismáticos se aproximen a los 7 u 8 mm. Menores de 5 mm. y mayores de 8 ó 9 mm. no son óptimos para la observación astronómica. Por debajo de los 5 mm. no deja pasar la suficiente luz para puntualizar un campo relativamente oscuro. Y por encima de los 8 ó 9 mm. la pupila del ojo no puede recoger toda la información luminosa porque es menor su diámetro, se convierte incómoda la observación.
Si colocamos los prismáticos frente a la luz diurna y observamos por los oculares a una distancia de 20 a 30 cm. de los ojos, veremos unos círculos luminosos, siendo éstos las llamadas pupilas de salida.
Si ya hemos calculado el diámetro de la pupila de salida de nuestros binoculares, por ejemplo:
Ps = D del objetivo / aumentos en mm. 7x 50 = 50/7= 7,14
siendo este valor el diámetro de la pupila. Su luminosidad es el cuadrado de este valor 7,14 x 7,14 = 50,97 que indica el índice de un modelo muy luminoso. Un 10 x 50-Ps = 5-Luminosidad = 25 siendo la mitad de luminoso que el anterior ejemplo. En mi caso, yo uso este último con muy buenos resultados. Por debajo de un índice de luminosidad de 25 no son recomendables en la observación astronómica.
Recordemos a los observadores que utilizan lentes para corregir la visión de sus ojos, pueden prescindir de las mismas y corregir con el enfoque de los prismáticos, su propio defecto visual, excepto aquellos que padecen «astigmatismo», ya que este defecto óptico, no lo corrige el enfoque del binocular
Bien, conocida la construcción del prismático, su capacidad teórica y características técnicas, es hora de que practiquemos con ellos.
Como realizar el enfoque de las imágenes
El primer impulso que realizamos al coger los prismáticos y apuntar a una estrella o planeta, es el de enfocar de inmediato con la rueda central de enfoque, siendo esta práctica muy habitual entre los aficionados a la Astronomía. Pero no es la correcta. Hay que seguir un procedimiento que lleva escasamente 5 minutos, para sacar el mayor partido de la imagen que queremos observar. El procedimiento es el siguiente:
1º.- Se cierra el ojo derecho o con la tapa correspondiente se obstruye el objetivo derecho. Con el ojo izquierdo visualizamos el objeto elegido y con la rueda central enfocamos hasta conseguir la imagen nítida y puntual. Una vez conseguido, retiramos la tapa del objetivo derecho y obstruímos el objetivo del lado izquierdo o cerramos el ojo izquierdo y con la rueda de enfoque «instalada en el ocular derecho» ajustamos la imagen, consiguiendo nitidez y puntualidad de la misma.
2º. – Debemos regular la distancia entre ojos ajustando los dos cuerpos del prismático y acomodándolos a la distancia precisa que separa los ojos de forma que, ambas imágenes se superpongan con exactitud, dando comodidad a la observación.
Las imágenes deben ser claras, cuando las estrellas aparecen puntuales, como puntos perfectos y luminosos. En la mayoría de ocasiones, las aberraciones ópticas no han sido totalmente eliminadas y sobre todo la aberración de «coma», que aparece en muchos de los instrumentos y también la distorsión de «barrilete» que aparece en el perímetro del campo observado. En función de la calidad y precio de los binoculares reside el que estas dos aberraciones, aparezcan minimizadas.
La prolongada observación con prismáticos, se hace imprescindible la utilización de un soporte rígido, que permita la observación cómoda y que evite las vibraciones del instrumento. El soporte rígido es ni más ni menos que un buen trípode y su estabilidad, está determinada por su estructura. La fijación del prismático al trípode se realiza por medio de una pieza metálica: Existen en los comercios de Fotografía distintos sistemas de fijación, siendo el más práctico aquél que inmoviliza el cuerpo del prismático al trípode, pero que permite la manipulación de los enfoques cómodamente.
A la hora de enfocar y poner a punto el prismático, debemos elegir aquellas estrellas u objetos planetarios que nos permitan una cómoda visión y cómodo manejo de los mandos de los dos movimientos de que consta el trípode.
Un buen momento para poner a prueba la capacidad del prismático adquirido, es apuntar en las noches de invierno hacia el cúmulo abierto de las Pléyades, muy bien definida su situación en cualquier Planisferio. Debemos distinguir siete estrellas principales muy luminosas y resolverlas con nitidez, las cuales entran perfectamente en el campo que nos dan los prismáticos de uso corriente en la observación astronómica. Entre y alrededor de ellas aparecerán otras menos luminosas pero perfectamente enfocadas. Es todo un espectáculo observarlas. Realizar un dibujo de su posición y el conteo de las mismas comparando el resultado con un Atlas Estelar, supone un test de la capacidad del binocular utilizado.
Durante todo el año disponemos de un astro como es nuestro satélite, la Luna. Observarla sobre todo en los cuartos creciente y menguante disfrutando de la visión de los «cráteres»y «mares» y otras estructuras lunares. Realizar dibujos de estas estructuras ayudan al observador a ser crítico con lo que observa y al mismo tiempo consolida los nombres y caracterización de la Luna.
Si la noche es buena, es decir, baja en turbulencias y baja contaminación lumínica en el puesto desde donde se observa, la visión del planeta Jupiter y sus satélites galileanos, cuatro puntitos que aparecen a ambos lados del planeta, mostrará la visión conjunta, la calidad de los binoculares utilizados y las aberraciones ópticas residuales que le son propias.
Durante todo el año podremos ver a distintas horas de la noche y si el tiempo lo permite la constelación de la Osa Mayor. Otra prueba del comportamiento del equipo, es localizar y enfocar a la estrella central de los «mulos» que tiran del Carro. Dicha estrella se llama Mizar, y es una estrella doble (en realidad múltiple), pero con prismáticos sólo podemos resolver, las dos estrellas más luminosas del conjunto. De las dos que visualizaremos, la menos luminosa se llama Alcor. Esta visión supone un buen ejercicio de la agudeza visual y un excelente examen de cómo responde el instrumento con el que se observa.
Durante la estación invernal, disponemos de un Cielo extraordinario que en los comienzos de la Primavera y en las dos primeras horas de la noche, todavía se puede contemplar con gran magnificencia, la Constelación de Orión, también conocida por el nombre de El Cazador. En el centro de la constelación hay tres estrellas brillantes que toman una inclinación hacia el horizonte, que representan el Cinturón del Cazador. En la vertical de las mismas hacia el horizonte terrestre, cercano a ellas se encuentra, un puntito brillante que observado con los prismáticos se deja entrever una estructura nebular en forma de pétalo, vulgarmente llamada la Nebulosa de Orión o M42 del catálogo de Messier. Su visión es espectacular, no tanto como la visión telescópica, pero si espectacular, porque es muy brillante.
En plenas noches vacacionales veraniegas, es obligatorio visitar la galaxia llamada Andrómeda o M31. De nuevo la herramienta Planisferio nos muestra su posición de altura sobre el horizonte nordeste y entre las Constelaciones de Casiopea y el cuadrado de Pegaso. Observaremos si la noche es oscura y limpia, una nubecita algodonosa, pero apreciable en el campo del binocular. Una visión inolvidable.
Bueno, se puede recorrer la esfera celeste y enumerar visualizando los numerosos objetos celestes, tanto estelares como planetarios. De los observadores depende el número de horas de observación. Prismáticos y Planisferio son dos herramientas muy potentes, que equilibradamente utilizadas y estrujando sus posibilidades nos producirá unas gratas y alicientes observaciones de las maravillas del Universo. Continuará.
6.16 Observación con instrumentos de baja calidad
Muchos aficionados al Cielo estrellado, con la urgencia de las vacaciones de verano, preparan sus telescopios, justo unos días antes de dar comienzo las mismas. Esto acarrea consigo la precipitación del montaje y puesta a punto de toda la instrumentación, que ya de por sí, arrastra defectos de fabricación. Estamos hablando de aquellos equipos, que por su relación calidad-precio, no dan el rendimiento que sería deseable.
El resultado desde las primeras observaciones es catastrófico. Fallo tras fallo, pone al aficionado en la tesitura de optar, bien por embalar el instrumento y ponerlo en venta, o bien almacenarlo en el trastero de casa, acompañado por una pérdida de ánimo por la adquisición de un aparato prácticamente inservible. Conozco amigos de afición, que cayeron en la tentación de abandonar hasta la práctica observacional.
Desde estas líneas quiero dar ánimo a los aficionados, para que valoren la importancia que tiene el poner en marcha nuestros flojos telescopios, dándoles un rendimiento con cierta calidad. Es una meta que se puede alcanzar y un reto a nuestra capacidad.
¡Hay que salir del estupor! al ver que nuestro telescopio nos falla en el seguimiento motorizado del Cielo, o que la Luna la vemos poco definida y que a la menor brisa, la imagen no se estabiliza a los pocos segundos, lo que nos demuestra que la montura que usamos adolece de firmeza.
Si al mal funcionamiento de nuestro telescopio añadimos la falta de contacto con amigos aficionados y el desconocimiento de alguna Asociación de astronomía cercana a nuestra residencia, esto incrementará el desánimo. El primer paso a dar es reflexionar sobre las causas que provocan los fallos en nuestra instrumentación.
En esta séptima entrega del curso, vamos a tratar de, minimizar los fallos que se producen, atajándolos con el «espíritu del viajero estelar», en la medida de nuestras posibilidades. Un equipo astronómico bajo en calidad por su fabricación, adolecerá de precisión mecánica en sus piezas que, sumado a un bajo rendimiento de su óptica, no permiten mejoras excelentes, pero sí, reformas aceptables a las que sacar partido.
Una montura inestable se puede mejorar. Se comienza reforzando el trípode, añadiendo a cada pata, un soporte rígido en toda su extensión, o bien su en parte media inferior. Las monturas de baja calidad, suelen venir acompañadas de una bandeja porta-accesorios. Y como son desmontables, las holguras son infinitas. En lugar de instalar esta bandeja, podemos utilizar el espacio para reforzar la parte media superior del trípode, instalando unos tirantes metálicos rígidos y fuertes. Con esto se consigue, en los trípodes con patas de aluminio o madera de baja densidad, eliminar el pandeo mecánico que produce el peso de la cruz de ejes y el sistema óptico. Si a estos tirantes metálicos les añadimos en su centro de gravedad un peso de 4 ó 5 Kg., la estabilidad aumentará.
Da un estupendo resultado fijar las tres patas del trípode por su parte inferior con un triángulo equilátero fabricado en metal o aglomerado-pasta antihumedad, de tal forma que la estructura se monolitiza, dando una estabilidad inigualable. La fijación de esta pieza a las patas del trípode se realizará en función de la estructura corporal de las patas adaptando los sistemas de fijación lo más sólido posible.
Vuelvo a insistir que, en un equipo astronómico por debajo de las 80.000 pesetas, normalmente los materiales que el fabricante utiliza, como el aluminio simple, maderas y calaminas, le permite abaratar costes en detrimento de su calidad. Una montura de gama media a alta en calidad, supera en coste muchas ocasiones al instrumento óptico.
Algunos telescopios de una cierta calidad, los soporta la montura llamada alemana. Esta posee una mayor estabilidad que las de trípode sencillo, pero en ocasiones resultan ser excesivamente elevadas, manteniendo el centro de gravedad alto. La solución es la de cortar un segmento, por su parte inferior, que haga descender el centro de gravedad, haciéndola insensible a las rachas de viento leve.
Cuando nos disponemos a realizar observaciones con el seguimiento motorizado, la puesta en estación del telescopio puede tener dos grados diferentes de precisión, según el tipo de trabajo que tengamos programado. La fotografía astronómica de larga exposición necesitará de la máxima precisión del seguimiento motorizado sideral. Si queremos hacer observaciones visuales, no será necesario la precisión del movimiento, bastará con el apuntado a la Polar.
Pero en el anterior caso, no bastará con el apuntado a la Polaris, sino que serán necesarios unos ajustes de «acimut» y de la «latitud» del lugar. Observando estrellas situadas en el meridiano local entre 20º y 30º de altura y otras situadas al Este entre 15º y 20º de altitud. Es fundamental disponer de un ocular de 12 mm de focal con retículo iluminado, que nos permita apuntar y guiar las estrellas elegidas consiguiendo que éstas no se desvíen de la cruz de hilos. Con estos ajustes debemos conseguir un mínimo de 20 minutos de guiado correcto, para garantizar unos resultados fotográficos aceptables.
Para los aficionados sin experiencia en la puesta en estación de su telescopio, los ajustes de un guiado correcto llevan su tiempo, puesto que los pasos a realizar hay que repetirlos para estar seguros de que la orientación al Polo Celeste es la adecuada. No hay que olvidarse nunca de ajustar la montura horizontalmente, antes de comenzar la puesta en estación.
Debemos tener en cuenta que, cada telescopio tiene sus límites, dependientes de la apertura del objetivo principal (Ø ) y de su focal correspondiente, que limita la magnitud límite teórica que puede alcanzar y el campo angular que abarca.
En una montura de bajo precio, si trae incorporado el motor de seguimiento, hay que asegurarse que esté correctamente montado en su lugar correspondiente y que el cuerpo del motor -con sus piñones de ataque- estén limpios. El mismo caso es cuando el equipo no haya sido utilizado durante un largo período. Fijar correctamente los piñones a su eje, para que estos no patinen y centrar su alineación, evitará las holguras y los tiempos inerciales al cambiar el sentido de marcha. Si existieran holguras no deseables, es preciso eliminarlas con soportes de relleno de arandelas metálicas que impidan el deslizamiento horizontal y el cabeceo de los piñones.
Una vez montado todo el sistema con los accesorios, se realizarán las pruebas de puesta en marcha y se observará el resultado de las correcciones.
Un error que cometemos frecuentemente los aficionados es el deficiente equilibrado del telescopio. El tubo óptico apoyado sobre sus anillas correspondientes o sobre una plataforma de «cola de milano», realiza el seguimiento y la búsqueda de los astros en la gran mayoría de las veces, desplazado del centro de gravedad de la estructura. Si el peso total, con todos los accesorios para la observación o fotografía, no está compensado y equilibrado en sus dos ejes, el seguimiento motorizado nunca será regular, puesto que, durante su marcha el motor y los piñones de ataque no mantendrán la regularidad.
En la observación visual no tendrá mucha relevancia este problema, exigiendo sólo mover los ajustes finos para centrar el objeto en el campo del ocular. Pero en fotografía astronómica, no se pueden hacer correcciones cada 5 segundos, puesto que los errores de deriva afectarán al negativo.
Es obligación del astrónomo aficionado, incorporar al tubo óptico todos los accesorios que va a usar en la observación tanto visual como fotográfica y:
- Horizontalizar la estructura con un nivel de burbuja de aire.
- Bascular el tubo óptico al Este y al Oeste, regulando el contrapeso instalado en el eje de declinación, hasta observar que el conjunto óptico se queda en cualquier posición, sin deslizamientos. Entonces se dice, que está equilibrado en A.R (ascensión recta), teniendo siempre el tornillo de fijación libre.
- A continuación, se desplaza el tubo óptico al Este y al Oeste manteniéndolo horizontalmente el tubo y el eje de declinación, realizándolo con un nivel de burbuja. Se libera el tornillo de fijación y se comprueba si, el tubo cabecea por cualquiera de sus extremos hacia el suelo. Si es así, se regula deslizando la óptica por sus anillas o ajustando el soporte del tipo cola de milano, hasta que el tubo no cabecee en absoluto. Entonces se dice que el equilibrado es correcto en D (declinación).
Con estos equilibrados en los ejes, conseguimos la estabilidad de las monturas, proporcionando suavidad en el movimiento de los ejes. El rendimiento del motor o de los motores será óptimo.
Es muy corriente, que al adquirir telescopios de media/baja calidad, los accesorios que acompañan al equipo sean también de baja calidad. Sobre todo los oculares, la lente Barlow y por descontado el motor y su control de seguimiento, si es que lo lleva incorporado.
Los oculares no tienen solución de arreglo. Los llamados Kellner, Huygens y Ramsden, si no han sido mejorados en su construcción, dejan mucho que desear, sobre todo cuando se realiza fotografía por proyeccion (con aumentos).
Los aficionados con experiencia tenemos por costumbre sustituirlos en el tiempo, por los llamados Ortoscópicos, Plossl, Erfles y otros que han aparecido en el mercado en los últimos años y que dan mejor resolución y campo más plano. En función de nuestras posibilidades económicas los iremos sustituyendo.
Lo mismo ocurre con la lente Barlow. Si queremos buenas imágenes, este importante accesorio debe ser de calidad, y su precio puede sobrepasar las 12.000 pts. Muchos aficionados -y entre ellos el autor- utilizamos para duplicar la focal inicial del telescopio los duplicadores fotográficos de calidad que se incorporan al cuerpo de la cámara, proporcionando excelentes resultados.
Con las monturas de baja calidad, los fabricantes no integran en el equipo el motor de seguimiento. Si lo hacen, la calidad del mismo no es que sea mala, sino pésima.
Hay distintas casas comerciales en el ámbito del Estado, a las que consultando por teléfono o por Internet, asesoran acerca de qué motores y controles disponen con garantía de calidad, para todas las monturas. En las Asociaciones de astrónomos aficionados asesoran sobre estas casas comerciales y sobre qué motorización necesita todo tipo de telescopios. La experiencia que tienen las Asociaciones es garantía absoluta para el equipamiento de nuestro telescopio.
Nunca nos cansaremos de repetir desde esta tribuna que, merece la pena esperar un tiempo para adquirir un telescopio de media-alta gama de calidad. Apresurarnos en la compra de un instrumento, agobiados por el deseo de mirar las estrellas y objetos celestes, nos da pie a cometer errores que no tienen vuelta atrás. No por correr y tener un telescopio -el que sea- vas a satisfacer tus ansias de Firmamento, sino que la simple visión de las bellezas celestes, obliga a pensar para aplicar lo razonado. Un buen funcionamiento de tu telescopio te ayudará a llegar donde tu desees.
Prepara tu equipo antes de las vacaciones, verifica su funcionamiento. Mejora aquello que no te satisfaga y te sentirás bien con los resultados. Así se desarrolla tu experiencia.
6.17 Observación lunar
Recuerdo que, a principio de los 80 del siglo pasado, a los pocos meses de pertenecer como socio a la Agrupación Astronómica VBE, adquirí un telescopio reflector de 150 mm de f y 1200 mm de focal. Mi primer objetivo observacional fue la Luna, nuestro satélite natural.
Siempre atrajo este objeto mi atención, que aún perdura después de 20 años. La primera impresión al observar la superficie selenita fué de éxtasis al ver sus cráteres, los llamados mares lunares, cordilleras, grietas, picos centrales, valles y las distintas tonalidades a medida que las sombras recorrían los accidentes lunares según el ángulo de los rayos solares incidían sobre ellos. Las interjecciones que salían de mis labios no se pueden reflejar sobre el papel porque dejaría en mal lugar mi cordura pasional ante la maravilla que mis ojos y mi espíritu recibían.
De chico, en verano, durante las vacaciones acompañaba a mis primos apacentando los rebaños en las montañas santanderinas. En infinidad de ocasiones en los atardeceres observaba la Luna a simple vista tumbado sobre la hierba, me preguntaba como sería su superficie, que había en ella, ¿habría vida?, de que estaba compuesta, ¿habría ríos, montañas y valles? Me estoy refiriendo a los años 60 del siglo pasado.
Así comenzó mi afición al cielo estrellado, que junto a las enseñanzas de mi padre por el cariño a la naturaleza, pastor en sus años juveniles, observador profundo de todo lo que se movía en la Tierra y en la Bóveda Celeste.
La primera observación lunar estuve pegado al ocular unas tres horas durante aquel cuarto creciente, recorrí la gran mayoría de todos los accidentes. Me enganchó en la observación de los cuerpos celestes y es hoy en día, mi debilidad en el registro fotográfico selenita.
La Luna contiene tal cantidad de aspectos físicos, que su estudio geológico y composición, permite al astrónomo que se inicia, experimentarse en el dibujo planetario, observación de su morfología craterizada y medida de la extensión de sus accidentes. Contemplar su superficie es relajante, por el simple placer de mirar.
La tenemos tan cerca (unos 350.000 Km.), que nos permite, incluso a telescopios pequeños, aplicar grandes aumentos, teniendo siempre en cuenta la apertura del objetivo, es decir, que podemos aplicar el doble de aumentos. Ejemplo, un diámetro de 114 mm del objetivo principal o primario podemos aplicar unos 200 aumentos sin apenas pérdida de luz.
Teniendo en cuenta este dato podemos decir que, un telescopio con el objetivo de 150 mm de diámetro y una focal primaria de 1200 mm, incorporando un ocular de 20 a 26 mm de focal, obtenemos unos aumentos entre 46 y 60. Los oculares mencionados nos dan unos campos aparentes que van desde los 40′ a 60′ según los fabricante lo que nos permitirá observar la Luna completamente, ya que el diámetro angular aparente de la Luna vista desde la Tierra es de 1 º (30′), por tanto, entra en los oculares que he puesto como ejemplo, enteramente.
Si utilizamos oculares de focales más cortas, por ejemplo, los comprendidos entre 9 y 18 mm de focal, la visión lunar se ve reducida a zonas, lo que nos ayudará a registrar detalles más finos de la superficie de nuestro satélite en la medida que aumentamos los aumentos.
Es de dominio general el llamado ciclo lunar que tiene una duración de unos 29,5 días de media, las cuales nos permite observar cambios contínuos de los contornos de su superficie. La órbita que realiza la Luna alrededor de nuestro planeta, nos da una imagen cambiante de su cara iluminada produciendo cuatro fases, popularmente conocidas como luna nueva, cuarto creciente, luna llena y cuarto menguante. Las fases de luna nueva y luna llena también son conocidas como novilunio y plenilunio, siendo explicadas todas ellas por la posición que toman la Tierra y la Luna con respecto al Sol, como muestra la imagen.
Cuando se produce el novilunio, la Luna se sitúa entre el Sol y La Tierra posicionándose nuestro Planeta, por encima o por debajo de la línea recta que nos une a nuestra estrella. Después de unos siete días aproximadamente de la Luna nueva culmina el cuarto creciente, también llamado primer cuarto, que visto desde la Tierra es medio círculo iluminado, apuntando su curvatura hacia la puesta de sol (oeste), en tanto que el otro medio círculo está en absoluta oscuridad.
El medio círculo iluminado sigue creciendo y aumentando su forma gibosa, que al cabo de 14 días y medio después del novilunio, la cara visible de la Luna aparece en su totalidad esplendorosamente iluminada, llamada esta fase Luna llena. En este punto la Tierra se sitúa entre el Sol y la Luna. A partir de ese momento el primer cuarto iluminado va decreciendo de forma gibosa y al cabo de 21 días aproximadamente desde la Luna nueva, llega ésta al cuarto menguante, también llamado segundo cuarto, cuya iluminación del medio círculo apunta su curvatura hacia la salida del Sol (este).
El período lunar continúa reduciendo el área iluminada de nuestro satélite y apareciendo este como un simple arco tenuemente iluminado, alcanzando baja altura sobre el horizonte este, finalizando el período lunar con el nuevo novilunio (luna nueva) desde que inició, el anterior transcurriendo 29,5 días, y así da comienzo la nueva lunación.
La Luna en su órbita de traslación (órbita alrededor de la Tierra) tarda el mismo tiempo que dar una rotación sobre su eje. Esta es la causa que hace posible observar desde la Tierra la misma cara iluminada de la Luna. En realidad, observamos algo más del 50% de su superficie debido a varios movimientos específicos que la Luna desarrolla debido a la proximidad con la Tierra. De ellos hablaremos en otro momento, debido a su importancia.
En la fase de Luna llena, esta se presenta con toda su grandeza. La intensidad luminosa es muy elevada y en lugares sin contaminación lumínica es posible la lectura sin apenas esfuerzo ocular.
Con instrumentos de apertura del diámetro superiores a los 114 mm, molestan las retinas del observador, incluso las puede dañar. En mi caso, hace unos años observando la luna llena con un Schmidt Cassegrain de 200 mm de diámetro y sin filtro amortiguador sentí a los pocos segundos molestias que se mantuvieron una semana. Aconsejo que la observación en la fase de iluminación total del disco lunar, se realice con la protección de un filtro verde o amarillo que amortigüe la luz.
Durante esta fase lunar la luz que nos llega, sólo permite observar grandes extensiones oscuras y claras acompañadas de matices que van desde el blanco-amarillo hasta el gris oscuro. También se distinguen los gigantescos rayos brillantes que surgen del cráter de impacto llamado Tycho, diversas estructuras de otros cráteres, y afinando el enfoque podemos visualizar en los extremos del disco iluminado (limbo) muchas forma ciones estructurales de la superficie lunar.
No obstante, serán los cuartos crecientes, menguantes y días intermedios cuando las observaciones nos darán mayores satisfacciones, puesto que en la Luna, aparece el llamado terminador, que es la línea que divide la luz, de la sombra sobre la superficie selenita. Este efecto visual realza los accidentes lunares. La luz del Sol «dibuja» los contornos de los cráteres, cordilleras, grietas y mares, permitiendo la visión de detalles en los mismos.
Amaneceres y atardeceres en la Luna vistos desde la Tierra, por ejemplo sobre los cráteres, conforman distintas sombras en cada salida y ocaso, datando la escala de grises e intensidades de los mismos. El ángulo dado por los rayos de luz solar que inciden sobre la superficie lunar, permite observar la altura de los picos centrales que contienen muchos de los cráteres, y observando con claridad las terrazas de los circos, delimitando cordilleras, resaltando grietas y cañones entre los llamados mares de la cara iluminada.
La zona del Polo Sur lunar es la menos visitada por los aficionados, que en muchas ocasiones nos limitamos a los paralelos centrales. La observación del Polo Sur es de una belleza inmensa. La zona está plagada de cráteres que por la perspectiva aparecen ante nuestra vista amontonados, deformados en dirección este-oeste, unidos por sus paredes unas aterrazadas y otras lisas, en algunos se distinguen sus picos centrales, como estacas que quisieran medir sus alturas. Es impresionante la visión telescópica.
Un ejercicio reconfortante es, realizar durante varios días en las fases de creciente y menguante, un dibujo de la superficie lunar del Polo Sur, recogiendo los cráteres y accidentes que se encuentren en ella. Esta tarea de entretenimiento, nos ayudará a ser exhaustivos en la observación planetaria, acostumbrándonos a anotar todo aquello que vemos, preparándonos para ser observadores críticos en el estudio y análisis del Universo.
Esta octava entrega no trata de hacer un recorrido por la Luna, analizando todos los accidentes, composición, lugar, edad y medidas no, lo que busco es, animar a los aficionados que os iniciáis en la observación planetaria, a que echéis raíces en la observación, y que ésta la realicéis exhaustivamente y con espíritu crítico. Aprender de lo que se observa, dibujarlo y analizarlo, nos dará la experiencia necesaria para poder aportar estudios concretos y serios, además de la satisfacción que se siente ante la belleza contemplada.
¿Qué mejor que comenzar con lo más cercano?. Lo más cercano es nuestro satélite natural, la Luna. La distancia media que nos separa de ella es de unos 384.000 Km. Como antes mencionábamos su diámetro angular visto desde la Tierra es de medio grado. Con un modesto telescopio podemos recorrer toda su superficie (cara iluminada). Como ya sabéis, todos sus accidentes geológicos tienen sus propios nombres.
Desde que Galileo se asomó con su pequeño refractor a la Luna, comenzó la elaboración de los primeros mapas lunares. A principios del siglo XVII Michel Floret Van Langren, elaboró el primer mapa lunar hacia el año 1645. Continuó con Hevelius y Giovanni Baptista Riccioli, marcando unas pautas a la nomenclatura en uso. Después contribuyeron a la nomenclatura J.M. Schröter, W. Beer y J.H. Mädler. Ya en el siglo tan cercano como el pasado, se creó la I.A.U (Unión Astronómica Internacional), que sentó las bases y la única con autoridad desde entonces, para nominar y realizar cambios.
Los datos actuales y que nos sirven de base so la nomenclatura de unos 6.240 cráteres en la cara visible, unos 800 de los cuales llevan su nombre propio y unos 5.450 se identifican con una letra griega o latina que se le añade al nombre propio del cráter más cercano.
Este lo realizó brevemente, puesto que la historia de la nominación de todos los accidentes lunares estuvo plagada de distintas metodologías en la cartografía de nuestro satélite natural, hasta que la I.A.U puso orden en la 2ª y 3ª década del siglo pasado.
En la divulgación de los conocimientos astronómicos muchos autores, una vez asentados en su tarea, remiten muy poco las fuentes de las que ellos se alimentaron, unas veces por celo profesional y otras por «olvido».
Cuando el que suscribe entró como socio de la Agrupación Astronómica Vizcaína, recuerda que, el Vicepresidente y que actualmente sigue, me dijo estas palabras: el conocimiento adquirido por la humanidad en todos sus órdenes, no debe ser ocultado nunca. Este principio intento que sea el baluarte de nuestra Asociación para todos los aficionados.
Con ese mismo objetivo quiero remitiros a aquellas obras escritas, de las que yo y muchos aficionados bebimos, y que os ayudarán a escudriñar, palmo a palmo la superficie y composición lunar. Me remito fundamentalmente a las obras en castellano, que son las únicas que yo he utilizado y que aún sigo utilizando, exceptuando mapas, que normalmente están en lengua anglosajona:
- «La Luna. Selenografía para telescopios de aficionados». Julio C. Montejo. Equipo Sirius
- «La Luna. Estudio básico».José Violat y Purificación Sánchez,Equipo Sirius.Antares.
- La revista «Tribuna de Astronomía y Universo» que edita el equipo Sirius, contiene las direcciones y teléfonos para adquirirlos. En muchos de sus números publicados, hay artículos muy valiosos sobre la Luna
- Mapa lunar
- Mapa lunar (cuadrantes)
Las dos caras de la Luna - «Antares» (revista de Tribuna de Astronomía y Universo).