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Cómo elegir un telescopio

El telescopio nos permite salir del Sistema Solar y observar cúmulos, nebulosas y galaxias que no pueden resolverse con prismáticos por ser objetos demasiado débiles.

El cometa Hale-Bopp.

Para comprar un telescopio debe cumplir una serie de cualidades, así como encontrar un equilibrio entre aumentos, luminosidad, portabilidad y coste.

Si comparamos con lo que nos ofrecen los prismáticos, los mayores aumentos de los telescopios nos permiten ver cráteres lunares, observar la atmósfera de Júpiter y ver los anillos de Saturno e incluso las divisiones de su interior. El telescopio nos permite salir del Sistema Solar y observar cúmulos, nebulosas y galaxias que no pueden resolverse con prismáticos por ser objetos demasiado débiles.

La abertura

Lo más importante a la hora de comprar un telescopio es la abertura, o sea, el diámetro útil de la lente o espejo. Cuanto mayor sea su abertura, más brillantes y detalladas serán las imágenes que nos ofrecerá. Un telescopio de 150 mm de abertura nos proporcionará imágenes el doble de nítidas y cuatro veces más brillantes que otro telescopio de 75 mm.

En el caso de los telescopios, los aumentos son lo menos importante, porque van en el ocular. Cambiamos el ocular y así cambiamos los aumentos. Los telescopios cuya calidad venga argumentada por sus aumentos y nada más, deben rechazarse.

Tipos de telescopios: refractores, reflectores y catadióptricos

Los telescopios refractores que tengan aberturas superiores a 100 mm son muy voluminosos, pesados y costosos. Es por esta razón que los refractores más comunes tienen diámetros entre 60 y 90 mm, que ofrecen imágenes nítidas de la Luna y los planetas, pero unos diámetros tan reducidos limitan su utilidad a la hora de observar objetos débiles y difusos. Por tanto, los telescopios refractores son apropiados para observación planetaria, y no para cielo profundo. Utilizan lentes para captar la luz.

Los reflectores, también llamados telescopios newtonianos, no tienen las costosas lentes de los refractores. Utilizan un espejo para captar la luz. Por lo tanto, podemos encontrar en el mercado reflectores de 110 ó 150 mm por un precio muy asequible, comparable al de un refractor mucho más pequeño. Al ser su abertura mayor, son una mejor alternativa para observar nebulosas y galaxias, es decir, para cielo profundo.

Los catadióptricos, como los Maksutov-Cassegrain o los Schmidt-Cassegrain, tienen ópticas de calidad y una gran captación de luz. Los tubos son más cortos que los de los refractores o reflectores. Utilizan una combinación de espejos y lente correctora.

La montura

Tan importante como la óptica es también la montura. Si es endeble, hace que las imágenes no paren de oscilar. Hay varios tipos de montura. Las horizontales o altacimutales se pueden mover en las direcciones arriba-abajo y derecha-izquierda. Las de mejor calidad tienen mandos de movimiento para conseguir apuntar con mayor precisión. Son sencillas de instalar, pero su inconveniente es que no permiten seguir las estrellas con movimientos simples, sino que hay que accionar los dos ejes al mismo tiempo para mantener el objeto que estamos observando dentro del campo de visión. Se usan con más frecuencia en refractores pequeños y en reflectores.

Las monturas de Dobson o dobsonianas son un tipo de montura horizontal y están hechas de piezas de madera que se deslizan sobre tacos de teflón. Son sencillas y baratas y sus desplazamientos son tan suaves que para mantener los objetos centrados es suficiente con dar un ligero toque con la mano.

Las monturas ecuatoriales son más complejas. Giran alrededor de un único eje para seguir el movimiento estelar. Pueden llevar un motor para hacer el seguimiento. Hay varios tipos de monturas ecuatoriales, pero la más utilizada es la alemana.

Las monturas de horquilla son las más usadas en telescopios catadióptricos. Permiten giros como los de las monturas ecuatoriales para seguir las estrellas de forma automática.

Para quienes quieran dedicarse seriamente a la observación celeste la mejor opción es un reflector de 150 ó 200 mm de diámetro con montura dobsoniana. Es fácil de instalar, tiene una montura estable y una abertura más que suficiente.

Muchos principiantes comienzan también con un reflector de 110 mm con montura ecuatorial. Su precio es similar al reflector de 150 mm con montura Dobson. La montura ecuatorial tiene una instalación más compleja porque hay que alinearla con el polo norte o sur, pero facilita el seguimiento de los objetos. De todas formas es conveniente encontrar un modelo con una montura resistente y de buena calidad.

Hay quien prefiere los refractores porque tienen menos mantenimiento que los reflectores. La óptica de un refractor de entre 70 y 90 mm es muy robusta, no necesita ajustes y, al estar acompañado de una montura horizontal o ecuatorial, ofrece imágenes de calidad. Los refractores de 60 mm no suelen tener monturas ni lentes de calidad y deben evitarse.

Si para nosotros es importante que el instrumento sea portátil, un catadióptrico es una buena elección, pero es más caro. Los Maksutov-Cassegrain de 90 mm y los Schmidt-Cassegrain de 127 mm son los modelos más frecuentes. Los más vendidos son los Schmidt-Cassegrain de 200 mm ya que son compactos y poseen una gran abertura.

Podemos encontrar en el mercado telescopios de precios más asequibles y equipados con motores eléctricos y pequeños ordenadores. Después de alinearlo con dos estrellas, estos telescopios son capaces de apuntar a cualquier objeto de entre los cientos incluidos en su base de datos. También pueden ser controlados desde ordenadores portátiles o desde agendas electrónicas. Esto ofrece más precisión y fiabilidad si se tiene un telescopio de calidad con buenos motores.

El buscador

Un telescopio debe poseer también un buscador. El buscador es como un pequeño telescopio adosado al costado del aparato y se usa para apuntar. Es esencial para localizar objetos. Algunos telescopios traen un buscador de 5 X 24, pero son mejores los de 6 X 30 o los de 8 X 50, con tal de que el telescopio pueda sostenerlo.

Últimamente son también muy utilizados los buscadores de reflexión. Se mira por una ventanita y se ve una diana roja proyectada sobre el fondo del cielo que indica el lugar exacto hacia el que está dirigido el telescopio.

Los oculares

Cuando cambiamos los oculares modificamos los aumentos. Lo ideal es tener al menos tres oculares: uno de 25 mm (para objetos difusos con pocos aumentos), otro de 8 a 12 mm (para ver la Luna y los cúmulos con aumentos intermedios) y uno de 7 a 10 mm (para planetas y estrellas dobles con muchos aumentos). Los oculares deben ser de calidad, como los Televue Nagler, Vixen o los Plössl, tal vez los más vendidos.

La lente Barlow es una alternativa excelente para los oculares de gran potencia. Esta lente duplica o triplica los aumentos de cualquier ocular, pero conserva el relieve ocular, por lo que es muy cómoda de usar.

El aumento que proporciona un ocular se calcula dividiendo la distancia focal del telescopio (este dato suele estar inscrito en el tubo o aparece en el manual de instrucciones) entre la distancia focal del ocular (que aparece en ocular, en el milímetros). Un ejemplo, un ocular de 20 mm colocado en un telescopio con una distancia focal de 1000 mm da 50 aumentos. Si el ocular fuese de 10 mm tendríamos 100 aumentos, y si fuese de 5 mm, daría 200 aumentos. Debemos recordar que a mayor número en el ocular, mayor potencia.

Un telescopio más grande nos permite ver más, pero hay que dejar claro que ningún telescopio nos enseñará jamás las nebulosas o galaxias con los colores que vemos en las fotografías de larga exposición o las imágenes tratadas por ordenador. El ojo humano no es capaz de percibir el color de los débiles objetos astronómicos, ni siquiera con grandes telescopios. Tampoco veremos nunca las banderas ni las huellas dejadas por los astronautas en la Luna: no hay telescopio en el mundo lo bastante potente como para eso.

Es la práctica la que nos proporciona habilidad en la observación telescópica. También hay que “educar” los ojos. A veces, se necesitan meses de observación para que los ojos se acostumbren a los detalles más delicados. Para poder ver mejor las nebulosas y las galaxias hay que mirarlas “de reojo”, ya que la zona central de la retina es menos sensible. Así, podremos ver objetos que si miramos de frente nos pasarán inadvertidos. Es lo que se llama visión lateral. También hay filtros para incrementar el contraste entre las nebulosas y el fondo del cielo.

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