Los franceses lo llaman “mal de mer” e incluso los marineros más experimentados pueden padecerlo. También se padece en el avión y cuando vamos en coche. En todos los casos se trata de la misma sensación de náuseas y mareo.
Esto es un manual para la construcción de un Embudo Solar para observar manchas solares y tránsitos planetarios.
Un embudo solar es un utensilio muy útil en primer lugar para usar en observaciones públicas ya que permite que un grupo de personas a la vez puede observar la imagen del Sol.
Sois bastantes las personas que al ver uno de los dibujos que en estas páginas se exponen os interesáis por cómo se han hecho, e incluso os planteáis el intentarlo.
La afición astronómica no tiene límites. Podemos disfrutar del cielo tumbándonos boca arriba, o mirando el espacio con un telescopio. También podemos hacer fotografía astronómica o formar parte de un programa de ayuda a la astronomía profesional.
Si queremos observar el cielo más de cerca, los prismáticos nos ofrecen esa posibilidad. Son más económicos y más sencillos de usar que los telescopios.
Nos sorprenderíamos de la cantidad de objetos que pueden verse con unos prismáticos.
Las luces urbanas se esparcen por encima de todas las ciudades y pueblos. Aunque a la Luna y los planetas no les afecta esta polución lumínica, las mejores vistas de los planetas las obtendremos en noches de buena visibilidad, cuando el aire no tiene turbulencias ni reverberación térmica.
Conjunciones planetarias, eclipses, auroras polares, satélites artificiales… todos estos espectáculos pueden disfrutarse sin tener que invertir nada en instrumentos de observación.
Lo primero que debemos hacer la hora de pasearnos por las estrellas es orientarnos. Si usamos una carta del cielo, debemos saber dónde están el norte y el sur.
Da la impresión de que las estrellas están fijas, inmóviles en el cielo de la noche. Pero sólo con observarlas un par de horas nos damos cuenta de que no es así.
La cuenca de Aitken, en el polo sur de la Luna, de 2500 km de diámetro. No fue descubierto hasta que la sonda Clementine visitó la Luna en 1994. Los científicos utilizaron los datos de la Clementine para trazar un mapa de la superficie lunar. Fue entonces cuando descubrieron esta cuenca, una vasta depresión en la cara oculta de la Luna que mide más de 12 km de profundidad.