La medida del meridiano
Preparando las expediciones
Los lugares elegidos para efectuar las mediciones fueron la Real Audiencia de Quito y Laponia, en Suecia. La provincia de Quito fue elegida por varios motivos: era una zona controlada por europeos, el ecosistema era más benigno que en zonas de selva y porque la Real Audiencia de Quito se encontraba en un corredor andino flanqueado por altas montañas, lo que facilitaría la medición por la técnica de la triangulación. Según Jorge Juan, porque no hay “otro país más adecuado que el de la provincia de Quito, en la América meridional, porque en otros que la equinoccial contaba en África y Asia, o se hallaban habitados por pueblos bárbaros, o no tenían la extensión necesaria para el intento”.
El rey de Francia envió a un grupo de científicos, bastante mal avenidos, encabezados por el astrónomo y matemático de prestigio Louis Godin, el más joven de los tres, aunque el más antiguo académico y el que mejor relación tuvo con los españoles; el geógrafo Charles Marie de La Condamine, de treinta y cuatro años, hombre ingenioso e inquieto; y el matemático Bouguer, de treinta y nueve años, de carácter irascible que discutía continuamente con sus compañeros y no soportaba a los dos oficiales españoles, entre otros científicos a los territorios españoles, ya que en aquella época la ciudad de Quito se hallaba en el Virreinato del Perú, perteneciente al Reino de España. De modo que Luis XV de Francia hubo de pedir permiso a su pariente, el rey Felipe V, que puso como única condición a su primo, que “dos de sus más hábiles oficiales, acompañasen y ayudasen a los académicos franceses en todas las operaciones de la medida”, “no solo para que así pudiese hacerse con mayor facilidad y brevedad, sino también para que pudiesen suplir la falta de cualquier académico, o de todos, temible en tantas navegaciones y diferencias de climas y para continuar y aún hacer enteramente ellos solos, en caso necesario, la medida proyectada, para dar después cuenta de ella a la Academia Real”. Dos cadetes guardiamarinas que destacaban en la Academia de Guardias Marinas de Cádiz fueron elegidos a la edad de 21 y 19 años: eran Jorge Juan y Santacilia y Antonio de Ulloa y de la Torre-Giralt, que fueron inmediatamente ascendidos a Tenientes de Navío para equiparar su categoría a la de los comisionados franceses, ascensos que serían efectivos desde el momento de su embarque, con la asignación de cuarenta escudos mensuales de plata mientras formaran parte de la expedición, más veinte escudos de sobresueldo si se mantenían en el cargo. Su misión era además de ayudar en las operaciones de medida, realizar observaciones astronómicas y geodésicas, determinar la posición exacta de todos los poblados, fortificaciones y puertos que se visitaran, levantando planos y mapas, así como poner en conocimiento del gobernador de la zona de todas esas observaciones, planos y documentos correspondientes. Si para la elaboración de todas estas operaciones fuesen necesarios instrumentos, podían solicitarlos. También debían realizar el diario de navegación de la travesía y de todas las medidas físicas y astronómicas, calculando la longitud y latitud, anotando vientos, corrientes y valores, así como confeccionar un informe confidencial sobre la situación política y económica de cuantos territorios visitasen. Así como un control policíaco a los académicos franceses, ya que su estancia en las colonias podía conllevar la obtención de datos que podían caer en manos de los ministros de Luis XV.
Igualmente fueron elegidos el ecuatoriano Pedro Vicente Maldonado, Joseph de Jussieu (botánico), Jean Joseph Verguin (geógrafo e ingeniero), Jacques Couplet (ayudante de geógrafo), Godin des Odonais (agrimensor) –sobrino de Louis Godin-, Jean Seniergues (cirujano), Jean Louis de Morainville (ingeniero, dibujante e instrumentista) y el relojero Théodore Hugot. Todos ellos tenían como ayudantes seis esclavos de color y siete criados, ayuda completamente insuficiente ya que cargaban con un equipo compuesto por 21 cajas, 19 baúles, 9 barriles y una gran cantidad de fardos pequeños.
Pierre Louis Maupertuis
Capitaneaba la expedición a Laponia Pierre Louis Maupertuis, propuesto por la Academia de Ciencias de París, así como el matemático y astrónomo Alexis Claude Clairaut y los científicos Le Monnier, Camus y el abate Outhier. Partió la expedición de Dunkerke el 2 de mayo de 1736. Una vez en Suecia se les agregaría el científico sueco de la Universidad de Upsala, Anders Celsius que conocía el terreno donde iba a efectuarse la medición. La triangulación se realizó entre las ciudades de Tornea y Kittis. Todas las mediciones se hicieron de manera rigurosa y se repitieron hasta doce veces. El valor obtenido del grado de meridiano fue de 57.437,9 toesas, 111.946,46 metros, con un margen de error de 330 metros. Una medida mayor que todas las que se habían realizado en los alrededores de París. A pesar del ataque de los insectos durante el verano y el riguroso invierno del Ártico, terminaron la misión en agosto de 1737. En su retorno a Europa naufragaron en el Báltico, pero pudieron conservar los documentos de sus observaciones.
Con este resultado ya quedaba demostrado que la longitud del grado en Laponia era mayor que en París, tal y como predecía la teoría de Newton, por lo que la medición que se hiciera en Perú solo serviría como confirmación. Más adelante se dieron cuenta que en sus mediciones se encontraron graves errores.
Maupertuis publicó los resultados de las mediciones en París en 1738, con el título “La figure de la terre”. En su obra exponía que la Tierra estaba achatada por los polos. También el historiador de la expedición, el abad Réginald Outhier relató la expedición en su obra titulada “Journal d’un Voyage au Nord en 1736 et 1737” que fue impresa en Amsterdam en 1749 en la que incluía grabados del viaje. Así mismo, Alexis Claude Clairaut publicó “Theorie de la figure de la terre” en 1743, donde zanjaba la polémica sobre la forma de Tierra confirmando el achatamiento polar.
